martes, 21 de agosto de 2018

20 de agosto. Hanoi

El calor sigue siendo intenso, algo menos de humedad que por la noche, pero aún alta, bastante bochorno, sobre todo teniendo en cuenta que no hay nubes y el sol pega fuerte. Pero la mejor forma de tomarle el pulso a la ciudad es caminando por ella. Solo hay que ir buscando las sombras.


Pero antes, he ido a una farmacia a comprarme un equivalente al Frenadol, porque me he resfriado un poco y después a una peluquería a arreglarme la barba.


El lago es un buen principio.  Además es el sitio más fresco de la ciudad. Hasta allí he pasado por la calle de los metalúrgicos, y es que en esta casco antiguo los artesanos se concentran todos en una calle.



Le he dado la vuelta en el sentido de las agujas del reloj, desviandome por diversas calles y volviendo al lago para no desorientarme demasiado. En el mismo lago hay un templo que no tiene gran cosa pero que hay que visitar.



Los arboles, que rodean todo el lago, parece querer tocar el agua, y en el centro hay una pequena isla que tiene otro templo que está como abandonado, pero que es la imagen icónica de la ciudad.


Siguen habiendo muchísimas motos en la ciudad, pero no parecen tantas como hace nueve años. No sé si porque ahora hay más coches y las motos están más separadas unas de otras o cual es la razón. 

Desde luego sigue siendo, con mucho, el medio de transporte más utilizado y las zonas para aparcarlas escasean y se suelen acumular en las aceras, lo que muchas veces te obliga a andar por la calzada.


La conducción en moto en la ciudad, merece casi un capítulo aparte. Es realmente singular y conviene conocerlo para, entre otras cosas, saber como hay que cruzar las calles, que por otra parte, no es nada difícil ni peligroso.

Está vez he ido a comer los noodles con carne, típicos de la ciudad. El lugar es una pequeñísimo restaurante familiar, con apenas cuatro mesas. Lo hacen al momento, solo tienen el caldo preparado y la carne, ya concinada, la sacan de la nevera y la cortan para cada plato. El resultado es estupendo y el precio no recuerdo, pero no ha llegado a los 2 euros incluyendo la cerveza.





Por la tarde he decidido contratar una moto taxi. La conducía una chica de 26 años, que trabaja en una fábrica y cuando tiene libre hace este tipo de servicios.


Me ha llevado por toda la ciudad. A ver la Opera, el museo de la prisión al que he accedido y también a ver una calle estrecha y curiosa por donde pasan las vías del tren. Hay incluso un par de cafeterías para los curiosos que nos asomamos a ella.




Me ha llevado a un sitio, junto a un colegio, donde estaban saliendo los niños de clase y donde las madres les recogían normalmente en moto. Ver cuatro personas en una moto aquí no es nada extraño. 



Allí están los restos de un avión B52 al que derribaron cuando bombardeaban Hanoi. Se ve un amasijo de hierros y las ruedas del tren de aterrizaje. Hay un cartel que comenta dicho ataque y que, según su propaganda, supuso el principio del fin de la Guerra de Vietnam.


Hay otro largo enorme no tan céntrico ni tan bonito, pero cuenta con un bonito templo que he visitado.



He pasado por otros sitios como la Ciudadela o una bonita iglesia de la época colonial francesa y después hemos cruzado el caudaloso río por el puente francés. Un impresionante y viejo puente de hierro de al menos un par de kilómetros de largo. El puente es para el ferrocarril pero tiene dos estrechas calzadas a los lados que son utilizadas por motos.





La vuelta la hemos hecho por un puente más moderno y se podía ver ya el sol como iba cayendo. Era el momento de volver hacia el hotel.


Tras la ducha he bajado a la recepción. He estado hablando un buen rato con la chica que ayer ya me dió consejos sobre la ciudad. Hemos acabado hablando de lo difícil que es la vida aqui. Lo difícil que lo tienen para conseguir un pasaporte e irse a otro pais. Deben pagar cerca de 9.000 dolares, lo que es impensable para un trabajador de este pais. De lo poco que cobra la gente, de los precios.... En fin, ha sido una conversación super interesante. El hotel sólo tiene nueve habitaciones y cuando no entra gente no tienen mucho trabajo. Incluso me ha invitado a cenar con ella y el vigilante en la sala de los desayunos. Les he acompañado y hemos seguido con la conversación mientras tanto, pero no he querido cenar, entre otras cosas porque era la comida del personal y no me parecía correcto.

Por la noche he estado haciendo tiempo para ver si me entraba hambre, y al final he empezado a callejear por las innumerables calles de este grandisimo casco antiguo,  y he acabado, sin querer, en la zona mochilera, donde hay un ambiente que en algunas calle parece Magalluf. Bares, restaurantes, alguna discoteca y mucha, muchísima gente.


No me he quedado porque ningún sitio tiene aire acondicionado, todo el mundo está sentado en las típicas sillas enanas en la calle y francamente, cenar o tomar algo allí, no me apetecía mucho.

Al final, después de más de una hora andando, he metido la dirección del hotel en Google Maps y sólo estaba a 7 minutos a pié. He dado tantas vueltas que no sabía donde estaba, aunque tampoco importa. Creo que es la mejor forma de ver la ciudad. Perderse entre sus calles y luego buscar en el teléfono como llegar a tu destino.


Finalmente no he ido al mercado nocturno, porque sólo lo ponen los fines de semana. No caí ayer en ese detalle. Pero en todo caso, toda la ciudad es un mercadillo enorme con muchísima animación.

1 comentario:

  1. Seguro que tu raid en moto y tu charla con la chica del hotel habrá hecho que sea un dia muy ameno, aunque el restaurante no se parece mucho al Nuru!!

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