jueves, 16 de agosto de 2018

15 de Agosto. The Golden Rock

He madrugado un poquito para poder coger el tren de las 7,15 para Kyaikto. Todo ha sido fácil en la Estación de Yangón. El tren ha salido puntual. El vagón número 1 de la Upper Class estaba medio vacío, aunque una simpática birmana ha creado su propio karaoke cantando con estridentes alaridos,  los al parecer Top Hits de la vanguardia musical birmana, a través de los auriculares de su teléfono móvil. Afortunadamente ha caído pronto en un sueño conciliador.



El tren se mueve despacio. Su límite no parece superar los 40 kilómetros por hora y  aunque sus viejos asientos no permiten regular su reclinación, son bastante cómodos y permiten dar una cabezadita.




Los vendedores de comida y bebida no tardan en aparecer tras la primera parada y vociferan las bondades de sus productos, aunque no logran despertar mi curiosidad.




Los paisajes de arrozales y verdes llanuras se suceden entre las ventanillas abiertas de par en par que no logró cerrar cuando empiezan a caer algunas gotas. En algún momento debo cambiarme a los asientos vacíos del otro lado del pasillo para evitar recibir el impacto de la ligera lluvia que aparece intermitentemente.







Al final llego a mi destino  con algo más de media hora de retraso, porque las inundaciones del pasado mes parece que han tenido consecuencias y el tren ha ralentizado aún más su marcha e incluso se ha tenido que detener en un par de ocasiones por las obras.





Cuando ya estoy bajando el tren oigo hablar español . Se trataba de una encantadora pareja de madrilenos que tenían el mismo hotel que yo. Buscamos un tuk tuk juntos, pero en Kyaitko sólo  encontramos motos que nos puedan llevara Kinpun, a unos 9 kilómetros donde está el Golden Rock y también nuestro hotel. No no dan casco, pero no llueve y hay que aprovechar. Asi que mochila en ristre allá vamos.

Ya pasan de las 13,00 horas y los camiones que suben a Golden Rock acaban a las 18,00 horas por lo que dejamos trastos y nos vamos andando hasta la terminal de camiones.  Lo de los camiones que te suben a la cima de la nublada montaña, casi necesitaría un capítulo aparte. Cuesta 3.000 kyais cada trayecto, y no sale hasta que esta lleno, unas 45 personas encajadas en filas de estrechos bancos donde vas apretujado.







Lo peor es la velocidad que alcanzan estos camiones, dotados de frenos eléctricos . Los conductores parecen que cobran por objetivos..., de llegar lo antes posible. La guía dice que se tarda unos 45 minutos en subir. Nosotros tardamos 30. Nunca en la vida he visto un camión correr tanto. Los niños levantaban los brazos y chillaban como en una montaña rusa. Obviamente los niños, en su caso por juventud, eran tan irresponsables como el conductor.

No creo que yo pudiera hacerle más rápido con un buen coche. El camión obviamente es bastante nuevo y tiene mucha potencia, acelera de forma increíble y   las curvas como si de un circuito de F1 se tratara. Peligroso, muy peligroso. Yo he pasado miedo, igual que mis acompañantes hoy.

Es imposible tomar fotos en la subida, debes agarrarte a donde puedes con ambas manos o saldría volando por el lateral. Como todos los días en esta temporada, la cima está cubierta de una espesa niebla.





Milagrosamente hemos alcanzado nuestro destino. Los extranjeros debemos pagar 10.000 Kyats para acceder, 6 euros. No se ve prácticamente más allá de lo 50 metros. Primero pasas por un sinfín de pequeños comercios, restaurantes y algún hotel. Cuando llegas a este lugar sagrado para los birmanos, debes descalzarse y seguir así incluso con la lluvia que empieza a caer. Una de las cosas curiosas es que al llegar te ofrecen llevarte en estas parihuelas o incluso en una cesto a la espalda. Obviamente todos declinamos esta opción que parece una poco ridícula en estos tiempos.



La niebla es tan espesa que en un primer lugar no vemos la piedra sagrada y nos perdemos por callejuelas alrededor. Preguntamos pero las indicaciones, como siempre, son confusas. Son gente encantadora pero no entienden ni papa.

Tras un rato encontramos la sagrada piedra que está sustentada según la leyenda por un pelo de Buda,y es que está en una posición inverosimil. Sólo hay turistas, los peregrinos vienen cuando no llueve y de hecho la mitad de los establecimientos están cerrados. Es temporada baja. No obstante se ven nuevas contrucciones, incluso nuevos resorts. Parece que el capitalismo va a entrar con fuerza aquí.





Desgraciadamente la climatología no permite observar ni fotografiar el mágico lugar, así que hay que conformarse con lo que hay y esperar tu turno mientas los chinos se hacen fotos simulando que sujetan la piedra....









Volvemos a la estación de camiones donde esperamos algo más de media hora a que se llene de nuevo y casi a las 17,00 comenzamos el descenso Ahora llueve y quizás por eso el conductor es mas prudente y eso que se mete el famoso vetel en la boca antes de conducir. Obviamente no hay controles anti vetel en este pais.



La bajada dura 35 minutos y ahora si he podido tomar fotos del espectacular paisaje que acompaña este recorrido.






Sigue lloviendo, ya no parará en toda la tarde, así que volvemos al hotel, donde nos tomamos una botella de vino birmano. Curiosamente es de tempranillo y Sirah, y está más que aceptablemente nuevo. La bodega tiene tecnología europea y se nota, y por el tempranillo yo diría que debe haber algún español detras.
La larga conversación acaba en cena y en otra botella de este buen vino, que cuesta 25.000 Kyats la botella, 15 euros. A las 22,00 horas el vino hace su trabajo efecto y nos ha dado vamos a dormir . Mañana tenemos previsto coger el tren para Mawlamyne y ellos han reservado mi mismo hotel para ir justos hasta alli.

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