No hay mucha historia que contar hoy. Día de transición y autobús. El taxi, por llamarlo de alguna forma, nos esperaba a las 8,15 en la puerta del hotel y nos ha llevado hasta la la estación de autobuses.
Nada más llegar ha empezado a caer de lo lindo y hemos subido al autobús. Los empleados han cargado las mochilas en los bajos y hemos salido para la capital. Serían 7 horas de trayecto con una parada de media hora para comer y he aprovechado para pedir que bajarán el aire acondicionado, porque me estaba congelando pese a llevar vaqueros y una sudadera y taparme con la manta que te suministran.
Hemos acabado en una estación de autobuses de Yangón, creo que cerca del aeropuerto, donde hemos cogido un taxi absolutamente cochambroso, sin aire acondicionado y en el que debían cerrarse las ventanas porque seguía lloviendo. El conductor mascaba el famoso vetel, pero ha conducido todo lo bien que se podía llevar ese trasto dentro de un tráfico infernal.
El hotel está cerca de Chinatown. Al subir a mi habitación me he dado cuenta de que había entrado agua en la mochila. Olvidé ponerle la funda, vaya... La mitad de la ropa estaba mojada así que me ha tocado colgarla por toda la habitación dejando el aire acondicionado en marcha. Ya después, me he ido a dar una vuelta hasta la hora de cenar. Habíamos quedado a las 8 con la sueca de acento andaluz, a la que conocimos en Mawlamyine.
Está vez hemos cenado en una barbacoa típica de aquí. Mucha casqueria, por lo que tras echarle un vistazo he pedido un arroz frito. Luego en la calle si he visto algunas más sencillas que tenían mucha mejor pinta.
Mi paseo esta vez ha sido hasta la calle 19, la que en principio es de las más marchosa de la ciudad, pero que a esas horas no deja de ser una calle normal y corriente. Hasta ese momento me he limitado a observar la vida del ciudadano normal de la ciudad.
Ya después de la cena hemos acompanado a nuestra rubia amiga hasta su hostel, en la calle 31, muy cerca de Sula Pagoda, en el barrio arabe. Hemos cruzado de nuevo juntos la calle 19. Ahora de noche cambia mucho. Los bares han abierto y hay varios restaurantes y algunos bares con terrazas en la calle. Se ven bastantes occidentales, normalmente expatriados que están aquí trabajando. El resto de las calles mantienen su tranquilidad habitual.
En esta ciudad no se aprecia como en otras mucha diferencia entre un barrio y otro. Posiblemente se debe a que estos arabes, indios o chinos que dan nombre a sus barrios, ya deben ser terceras generaciones o más , así que son realmente birmanos que aún mantienen algunas tradiciones pero no hay grandes diferencias. Debe hacer muchísimos años que nadie ha emigrado hasta aqui, uno de los países más pobres de Asia. Si que es cierto que en la misma calle y según avanzas hacia el este, te encuentras con una mezquita, una templo chino, una iglesia Cristina metodista y un templo budista.
En fin, esta noche es la última en este país, Mañana volaré por la tarde a Hanoi, la capital de Vietnam para empezar la segunda parte del viaje. Yangón es una ciudad aparentemente fea, pero para mi tiene mucho encanto con sus edificios destartalado y mugrientos. Hay una nueva generación de birmanos, smartphone en mano, que seguro van a cambiar mucho el futuro de este país.
Pienso que Vietnam será mas interesante. A esperar tus escritos de cada día. ¡Good morning Vietnam!
ResponderEliminar